Alex Salebe

Se va Felipe VI, se va para Barranquilla...

Como el caimán, y si su majestad el covid lo permite, el jefe del Estado español prepara maletas para viajar a Barranquilla, a orillas del río Magdalena y el Mar Caribe,  al Congreso Mundial de Derecho, los días 2 y 3 de diciembre de 2021.

No sé si fue una coincidencia o un mensaje con intención deliberada, yo apuesto más por la primera, pero esta semana en un informativo de televisión mientras que  el presentador narraba el homenaje póstumo que tributaron presidentes de tribunales internacionales y juristas de prestigio de distintas nacionalidades a Ruth Bader Ginsburg, figura destacada del feminismo y de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, símbolo de la resistencia pública y de la justicia social, aparecieron imágenes del Rey de España entregando la distinción a la hija de la homenajeada en un acto solemne celebrado en Madrid, pero también se “colaron” sobre la voz en off del periodista imágenes de Felipe VI pronunciando su discurso mientras de fondo se podía ver en un pantallón a Iván Duque, presidente de Colombia, sentado al lado del tricolor nacional.

Es decir, que mientras el texto daba resumida cuenta de la trayectoria de Ruth Bader como  defensora a ultranza de los derechos y libertades, nos mostraban imágenes del presidente y jefe del Estado del país de Sudamérica que sobresale por la violación de derechos fundamentales con una escalada imparable de represión por parte de agentes del Estado,  bañada en sangre y acompañada de muertes, desapariciones de jóvenes abanderados de la protesta social en la calle que no ha parado desde el pasado 28 de abril y la continuidad de asesinatos selectivos de líderes sociales, mujeres y hombres que parecen incomodar al Gobierno presidido por Duque que pilotea en la sombra el investigado expresidente Álvaro Uribe Vélez.

Luego al leer en prensa escrita supe que Barranquilla, mi ciudad natal, había sido elegida sede del próximo Congreso Mundial de Derecho y que por ello hubo conexión por videoconferencia con Iván Duque, qué paradoja, justo en ese acto de enaltecimiento de la defensa de los derechos constitucionales.   

Si su participación por la naturaleza de la ceremonia ya me parece de traca con la que está cayendo en Colombia, la casualidad o no casualidad de las imágenes suyas en el relato televisivo es funesta, aunque lo realmente grave es la situación que rodea el estallido social del país y la arrogancia  del presidente  que esta misma semana fue llamado a capítulo por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos advirtiéndole que la protesta o manifestación constituyen un derecho esencial en cualquier sociedad democrática.

Ya que los partidos constitucionalistas españoles, muy valientes, internacionalistas y beligerantes ellos cuando se pronuncian sobre Cuba, Venezuela, Nicaragua o lo hacían con Ecuador en el mandato de Rafael Correa, están tan enmudecidos con la preocupante situación  de Colombia como cuando la prensa los aborda para preguntarles por casos de corrupción en sus filas, podría aprovechar el jefe del Estado español su visita a Barranquilla para alzar su voz, con Duque delante, pidiendo respeto a los derechos humanos, incluido el derecho fundamental a la vida, en un escenario vendido por el alcalde duquista de Barranquilla como “epicentro de democracia y libertad”. También es cierto que la Corona española no va sobrada de prestigio institucional con los escándalos amorosos y sobre el manejo de dineros que arrastra.

También esta semana, y por primera vez desde que se investiga en Colombia las muertes de civiles inocentes presentados por las fuerzas armadas como bajas de la guerrilla en combate, la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) señaló con nombre propio la creación de organizaciones criminales dentro del Ejército nacional.  Aquí la Justicia se remite a 120 asesinatos ocurridos entre 2007 y 2008, pero hay que recordar que la misma JEP contabiliza 6.402 asesinatos de esta macabra práctica militar conocida como ‘falsos positivos’, entre 2002 y 2008, cuando Álvaro Uribe Vélez era presidente de Colombia.

Así que en el país queda mucho por investigar, debatir y reivindicar en materia de derechos humanos. Felipe VI y todos los jefes de Estado asistentes y los juristas ponentes en el Congreso Mundial de Derecho de Barranquilla tienen tema de sobra, vamos a ver si son valientes y lo hacen y si no se dejan engrupir  de los caimanes duquistas que estarán esperando  con dientes afilados para contar milongas.

Este 2021, Colombia cumple 30 años de su Constitución más reciente,  tres décadas resumidas de forma extraordinaria en una sola viñeta, titulada ‘La segunda dosis’, del caricaturista colombiano Julio César González, ‘Matador’, que enseña a una señora que está siendo vacunada con la Constitución del 91, sentada con un vestido que pone Colombia, y  donde podemos leer su sentencia: “treinta años y aún no me hace efecto”.

Ya que usurpé la letra del maestro José María Peñaranda para dar nombre a esta columna, cuento que su famosa canción  ‘Se va el caimán’ está  entre las casi cuarenta composiciones censuradas en la radio por el franquismo porque supuestamente insinuaba  que el dictador se fuera de España.

El dato lo recojo de la investigación de José Manuel Rodríguez 'Rodri',  veterano hombre de la radio musical española fallecido el año pasado, que hizo un estudio sobre las letras prohibidas, entre ellas también, ‘Bésame mucho’. Cuidado que en España se está percibiendo cierto tufo facha.

 

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