CULTURA

Viaje al corazón vernáculo del artista contemporáneo

El futuro Museo de Arte Moderno Pepe Dámaso, obra del arquitecto Hermenegildo Domínguez, combina tradición y contemporaneidad en el centro de Pájara

María Valerón 0 COMENTARIOS 23/05/2021 - 09:33

Cada cavidad del que será el Museo de Arte Moderno Pepe Dámaso, en Pájara, quiere ser el propio Dámaso, con todas sus luces, con cada una de sus ramas, con la entraña vernácula del artista que ha dedicado su vida a demostrar que el arte contemporáneo no olvida la raíz, y que ese, y solo ese, es su secreto más antiguo. Para los escépticos de la arquitectura, el museo podría ser la llaga de Santo Tomás; para los amantes del arte de Dámaso, un viaje por las profundidades inmateriales del artista, el único viaje físico posible, pie detrás de pie, itinerario del alma profunda.

Situado en el cruce de caminos del casco histórico de Pájara, entre la calle Real, la calle Terrero y la calle Guise, se erige el juego dual que da concepto a toda la obra arquitectónica: la piedra, lo tradicional, el rasgo matérico de la identidad, frente al futuro. Es la obra de Hermenegildo Domínguez, el arquitecto que dio vida al concepto y combinó patrimonio, cultura y contemporaneidad para transformar la Casa del Cura de Pájara en una obra de arte contemporáneo. Es también la isla de Dámaso: su Fuerteventura del futuro, que crece sin perder la esencia.

“El Museo se fundamenta en dos volúmenes: uno que responde a un lenguaje más contemporáneo y otro más tradicional, que confluyen en la entrada principal, donde se encuentran pero no se llegan a tocar; es un guiño”. De este modo explica Domínguez el juego de voces que reúne la fachada, dividida, como la totalidad de la edificación, en esa dualidad entre tradición y nueva arquitectura; el guiño al que hace referencia es algo más que este concepto de doble identidad y hay que buscarlo en lo matérico: la piedra blanca utilizada en todo el volumen tradicional no es otra que la roca calcárea con que fue tallada la fachada de la Iglesia de Nuestra Señora de la Regla, elemento de principal valor patrimonial y distintivo cultural del pueblo de Pájara.

Y es que lo matérico tiene un poder particular en la visión artística impregnada en todo el museo. La piedra blanca acompaña todo el volumen tradicional, con mampostería vista, cal desnuda, lo que permite diferenciar claramente el espacio señalado por la tradición, frente al de la contemporaneidad. Convergentes en una misma edificación, ambos conceptos, lejos de chocar, se interrelacionan, y solo la luz, que se cuela en el edificio a través de un lucernario central y de diferentes entradas estratégicamente dispuestas, sirve como puerta intangible para separar los estilos, las técnicas de construcción, el material cuidadosamente escogido, los dos lenguajes.

“El museo tiene mil caras, mil ambientes, pero hay un hilo de continuidad que te va llevando por todos; no es un lenguaje constante siempre, de ahí que contemos con veladuras. Se trata de veladuras hechas no solo en los espacios físicos, sino también veladuras para el lenguaje arquitectónico: el museo habla siempre de lo mismo, pero ya no lo escuchas de la misma manera”, señala Domínguez. Las veladuras a las que hace mención el arquitecto no se refieren a la técnica de pintura que suaviza, como una transparencia, una pared. Las veladuras del Museo de Arte Moderno Pepe Dámaso son los elementos de tránsito entre estilos y espacios, esto es, el juego en el diseño y la cuidadosa propuesta de entrada de luz natural (sello artístico distintivo del arquitecto), que, unidos, conforman el impacto visual necesario para convertir en transitable la línea divisoria entre dos estilos aparentemente confrontados.

La Sala Umbría está considerada por el arquitecto como “la joya del edificio”

La brújula y punto de gravedad de todo el conjunto arquitectónico no es otra que, asegura Domínguez, el valor patrimonial, lo primitivo, lo nativo. Por eso, toda la planta principal del museo, destinada a albergar parte de la exposición permanente de Dámaso, gira en torno al conjunto arquitectónico originario: la Casa del Cura, que conserva por completo su arquitectura tradicional, a la que se accede por un patio interior y que puede ser vista desde cualquiera de las salas de esta primera planta, a saber, los espacios Héroes del Atlántico, Resplandor y Dragos y Teides.

A medida que se avanza en el recorrido, el peso de lo material se hace más evidente y, capa a capa, suelo a suelo, el edificio va desnudándose hasta la entraña de roca, bajo los cimientos. Allí, en los dos pisos que el museo alberga bajo la planta principal, queda la visión cruda del interior de la tierra: la roca volcánica despierta para acompañar, en las paredes, el paseo del público hacia las profundidades del arte.


Hermenegildo Domínguez, arquitecto de la obra, en la Sala Umbría.

Hacia lo vernáculo

De la obra de Pepe Dámaso, referente de la vanguardia artística de Canarias, mucho ha sido ya escrito: el baile entre surrealismo y simbología, la trascendencia y el misticismo, la complejidad y diversidad de estilos que ha venido atrapando en cada una de las etapas de su trayectoria. Y sin embargo, por encima de estilos y etapas, por encima de todas y cada una de las características de su trabajo pictórico, escultórico o sus trabajos de instalación, emergen a la superficie, como a flote, la identidad, el carácter del arte vernáculo, la búsqueda del origen mismo, lo nativo y, sin lugar a dudas, lo matérico. También así queda grabado en el museo que llevará su nombre y albergará su obra.

“La línea vernácula es el título del proyecto que dio lugar a este museo: es esa línea que nos va uniendo, que nos lleva desde el pasado hasta hoy, a través de un edificio que se nos presenta con nuevas necesidades, con nuevas aspiraciones, pero sin perder su origen”, explica Hermenegildo Domínguez.

Como prueba de este origen, la primera planta soterrada del museo esconde la Sala Umbría, un espacio rehabilitado y considerado por el arquitecto “la joya del edificio”. Se trata de la aljibe primigenia del patio de la Casa del Cura: “La he dejado tal como la encontré, hasta las raíces, el color, y creo que es la pieza más significativa del conjunto. No quiero tocarla porque en ella se reflejan dos valores fundamentales: la arquitectura y la sabiduría del hombre campesino, toda su historia con el agua, del hombre y el terreno”, explica.

Para Hermenegildo, la Sala Umbría, además, es un espacio simbólico de profundidad conceptual, tocado por otro de los rasgos que confluyen en toda la obra museística: la luz. “Esta estructura fue hecha por un hombre contra el terreno, a golpe de fuerza. El baño de luz que ilumina el espacio nos transporta a otro momento del tiempo: es un lugar especial que podría albergar una obra destacable de la colección”.

Además de la sala Umbría, esta primera planta soterrada también incluye la Sala Metamorfosis, conectada visualmente con la primera planta por una doble altura, espacio asimétrico que, de nuevo, persigue la luz del lucernario. Avanzando más profundo en la tierra, en una segunda planta bajo el nivel de la calle, quedan las dependencias del Archivo y almacén artístico.

Algunos metros más arriba, la obra, ahora finalizada, despierta la curiosidad de turistas y viandantes, que se acercan a curiosear a través de los ventanales de la fachada. Al pueblo de Fuerteventura solo le queda esperar, una vez más. En esta ocasión, para vivir la experiencia de ver a Pepe Dámaso, el artista que soñó la isla, entrar con sus obras bajo el brazo a llenar el espacio y celebrar el arte, todo el arte y siempre el arte. No hay mayor homenaje para un corazón vernáculo.

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