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“Los negacionistas tendrían que haber estado conmigo en la cama del hospital”

Fran Ruiz estuvo ingresado nueve días por Covid en un hospital después de viajar desde Fuerteventura a ver a su familia en Navidad. Su padre, con 77 años, murió por culpa del virus

Eloy Vera 0 COMENTARIOS 10/08/2021 - 08:23

“A lo que más miedo tuve durante la Covid fue a no ver más a mi gente, a mi familia”, asegura Fran Ruiz, un grancanario afincado en Fuerteventura desde hace 28 años que en diciembre enfermó con coronavirus.

Estuvo ingresado once días en el hospital. En ese tiempo, vio cómo el virus se llevaba a la tumba a tres de sus compañeros de planta. También tuvo que despedir a su padre, con 77 años y sin patologías previas, por culpa de la Covid. “Hay que tener precaución porque el virus te jode la vida”, asegura.

El 6 de marzo de 2020 se detectó el primer positivo en Covid en Fuerteventura. Desde hacía semanas, el virus circulaba a sus anchas por España. La incertidumbre y el pavor a lo desconocido iban llegando a todos los rincones del país. Ocho días después de aparecer el paciente cero en Fuerteventura, el Gobierno central decretaba el estado de alarma en un intento a la desesperada por contener el virus.

Fran, de 50 años, trabaja desde hace tiempo en hoteles. Los días previos al decreto de estado de alarma servía copas a los turistas mientras oía de fondo la posibilidad de que se cerraran los complejos turísticos. Cada vez llegaban menos visitantes y el miedo a un contagio iba en aumento. “Antes del estado de alarma, yo estaba deseando que cerraran los hoteles”, asegura este hombre, mientras explica el temor que sentía a contagiarse o a infectar a algún compañero o cliente.

El 14 de marzo llegó el estado de alarma. Ese día se apagaron los fogones de las cocinas de los hoteles, se apilaron las hamacas de la piscina y los pocos turistas que quedaron en Fuerteventura corrieron a los aeropuertos en busca de un avión en el que regresar a su patria. Cientos de trabajadores acabaron en Expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE). Fran fue uno de ellos.

Vivió el confinamiento en casa junto a su mujer, su hija pequeña y su suegro. Tuvieron un confinamiento “duro”, intentando mantener todas las medidas de seguridad posibles. La calle la pisaban solo para acudir a la compra. Para ir al supermercado, se turnaba con su mujer.

Viaje

Tras meses de confinamiento, llegó la desescalada y los intentos del país por recuperar las rutinas que la nueva normalidad iban permitiendo. Fran seguía en ERTE y sin recibir la llamada del hotel. Fue entonces cuando decidió viajar a Gran Canaria para ver a sus padres, septuagenarios, y pasar con ellos las fiestas de Navidad.

El 15 de diciembre decidió coger un Binter que le acercara a Gran Canaria. Llegó al aeropuerto y de allí a casa de sus padres. Asegura que limitó las salidas, consciente del aumento de contagios y el miedo a poder contagiar a sus progenitores. “No salí de casa de mis padres”, repite una y otra vez.

Un día, Fran recibió una llamada del equipo de rastreadores grancanario para comunicarle que era contacto estrecho de un positivo. Faltaban dos días para empezar 2021. El resultado de la PCR fue positivo. Fran cree que el virus llegó a casa de sus padres a través de la visita de algún familiar. Las visitas estaban limitadas, pero tal vez en alguna de ellas el virus se coló en el hogar.

Asegura que en la vivienda se aplicaban todas las medidas sanitarias: geles, lavado de manos y hasta quitarse los zapatos tras llegar de la calle. Ocho personas más de su familia también se contagiaron. Entre ellos, sus padres y su hija menor, que había viajado con él a Gran Canaria.

Los primeros días de la enfermedad los pasó con síntomas leves y pensando en que pasar la Covid era como padecer una ligera gripe. Así siguió hasta que comenzó a empeorar. Le costaba respirar y el oxígeno en sangre lo tenía por los suelos. La víspera de Reyes tuvo que llamar a una ambulancia para que lo llevaran al Hospital Doctor Negrín. “Entrar en el hospital fue el regalo de Reyes que recibí”, dice irónico.

Durante su ingreso, vio cómo el virus mandaba a la tumba a tres compañeros

Fran pasó parte de los once días que estuvo ingresado enchufado a una bombona de oxígeno y sentado en la cama para poder respirar. También con el miedo a que apareciera el fantasma de la UCI. Vio varias veces cómo a otros compañeros los llevaban a otro cuarto para que, desde allí y a través de ventanillas, sus familiares pudieran despedirse.

Durante el tiempo que estuvo en planta, vio cómo el virus se llevaba a tres de sus compañeros, uno de ellos era el sargento primero Francisco Rodríguez Sánchez, del buque de investigación oceanográfica Hespérides. El hombre, de 43 años, había ingresado en el hospital tras detectarse un brote en el barco.

Fran desconocía la muerte del que había sido su compañero de habitación y con el que llegó a tener cierta complicidad hasta que le envió un WhatsApp preguntándole cómo estaba. Dos días después, la pareja del sargento le comunicó su muerte.

Fran cuenta con angustia el sufrimiento que vivió los días que estuvo en el hospital. Fiebre alta, problemas de respiración y un caos en el centro, desbordado por el aumento de contagios al que se enfrentaba la isla de Gran Canaria en aquellos momentos. Poco a poco empezó a mejorar. El césped que veía desde la ventana del hospital o Las Canteras tenían ahora más valor que nunca.

Tras regresar a casa de sus padres a esperar a que su hija pasara la enfermedad y poder volver a Fuerteventura, su padre empezó a enfermar. Dos PCR descartaron la Covid hasta que un día tuvieron que llamar a la ambulancia al ver cómo el hombre empeoraba por segundos. La tercera PCR dio positiva.

“Desde el Hospital nos dijeron que fuéramos a buscarlo, que estaba bien y que podía pasar la enfermedad en casa”, recuerda su hijo. Poco después, tuvo que regresar al hospital e ingresar en la UCI. Días más tarde, falleció. “No pude despedirme, velarlo, ni enterrarlo,”, dice su hijo con angustia. “Aún no he podido hacerme a la idea. Pienso que está en uno de esos viajes que hacía desde que se jubiló”, comenta triste.

Secuelas post-Covid

Fran toma café en una céntrica cafetería de Puerto del Rosario. Aparcó su coche cerca, aunque reconoce que durante el trayecto ha tenido que hacer varias paradas para tomar aire. La Covid le ha dejado algunas secuelas en el aparato respiratorio, aunque la mayor ha sido tener que enterrar a su padre por culpa del virus.

El 1 de julio se puso la vacuna, una sola dosis, tal y como recomiendan los protocolos de vacunación a aquellas personas que ya han pasado la enfermedad. Sintió emoción, aunque insiste en no bajar la guardia, “la vacuna no impide que te puedas contagiar”, recuerda.

La quinta ola de contagios campa a sus anchas por todo el territorio nacional. Muchas de las personas que están contagiándose son jóvenes que se niegan a ponerse la vacuna. Para ellos, Fran tiene un mensaje: “a los negacionistas les diría que tendrían que haber estado conmigo en la cama del hospital y ver a la gente joven fallecer y a su familia destrozada, para ver si así piensan que todo esto es una chorrada y una bobería”.

“Si quieren a su familia que se vacunen, porque luego el remordimiento es para toda la vida. De nada va a servir más tarde ponerse una medallita al cuello o hacerse un tatuaje con la cara del familiar. Eso no lo va a devolver”, dice este hombre.

“Si quieren a su familia, que se vacunen para evitar remordimientos”

Con siete meses, Fran contrajo la enfermedad de la poliomielitis. Aún arrastra secuelas, como una ligera cojera. “Cuando tenían que haberme vacunado, no me llegó la vacuna y hoy día estoy con una discapacidad. Una simple vacuna hubiera hecho que no tuviera la polio. Ahora con las facilidades que hay para la vacuna Covid no entiendo cómo no se vacunan”.

A diario, los informativos emiten imágenes de jóvenes de fiesta desoyendo todas las recomendaciones sanitarias. En ocasiones, localidades de Fuerteventura, como Corralejo, han protagonizado esos reportajes. Fran siente rabia e indignación cuando ve las imágenes, “no somos una sociedad consciente, lo que están haciendo algunos nos está perjudicando a otros”, insiste. Y añade: “la gente piensa que es algo que tenemos que pasar todos, piden más camas UCI, pero no son conscientes de lo grave de la situación”.

En los informativos también sale a diario el debate entre la salud y la economía. Él sabe lo que representa el peso de lo económico, con año y medio en ERTE, pero “la salud es lo importante. Si te pones malo, ni el dinero te va a curar”, sentencia.

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