ENTREVISTA

“Defender el derecho a una muerte digna es defender el derecho a una vida digna”

Javier Velasco, presidente de la Asociación Derecho a Morir Dignamente

Saúl García 1 COMENTARIOS 27/11/2021 - 08:30

Desde 1984, esta asociación lucha por la despenalización de la muerte asistida. En junio entró en vigor la Ley que regula la eutanasia y Velasco estuvo en Arrecife participando en una mesa redonda informativa sobre este nuevo derecho.

-¿Qué valoración hace del desarrollo de la Ley de la eutanasia en estos meses?

-La puesta en práctica de la Ley está siendo irregular dependiendo de las autonomías. En el sentido positivo están Euskadi o Cataluña y en el otro extremo, Andalucía y Madrid, que son las que más dificultades están creando. Solo hace dos semanas que constituyeron la comisión de garantías de evaluación, sin la que no se puede llevar a cabo. Hay trámites administrativos previos que estas autonomías no han cumplido.

-Entonces, ¿se están rechazando peticiones?

-Sí. Primero hay que decir que está habiendo muy pocas peticiones. Eso lo sabíamos. En primer lugar por desconocimiento y después porque creemos que la solicitud de eutanasia siempre será muy minoritaria. Puede que llegue al dos, tres o cuatro por ciento cuando la Ley esté bien implantada, para lo que hacen falta años. Se están rechazando algunas porque no entran en los prepuestos de la Ley, que no contempla enfermedades mentales, y otras porque el médico que valora dice que no se puede aplicar porque aún hay recursos terapéuticos que el paciente no ha probado. De estos estamos totalmente en contra porque ya hay leyes previas que reconocen el derecho a rechazar un tratamiento.

-Cuando hablamos de eutanasia, ¿de qué hablamos? ¿De muerte, de libertad, de autonomía, de derecho a la vida?

-La última razón de la eutanasia es el derecho a vivir la propia vida con libertad. Lo que subyace es la libertad y el derecho de autodeterminación del ser humano. Detrás de la ley del divorcio, la ley de matrimonio igualitario, de libertad sexual o de interrupción voluntaria del embarazo está la libertad como fundamento constitucional. Pues en la Ley de eutanasia también: no tener que esperar a que la muerte te llegue, sino decidir el momento y la manera de morir, eso sí, restringido a unos requisitos que exige la Ley.

-El Tribunal Supremo rechazó un recurso de Abogados Cristianos para impedir que se reconozca a DMD como una asociación de utilidad pública. Se reconoce que está asociada al derecho fundamental a la vida. ¿Es un tema zanjado?

-Sí, aunque no para ellos, pero esa sentencia hace hincapié en lo que decimos, que la muerte no es lo contrario a la vida, es el final de la vida. La muerte es parte de la vida, igual que el nacimiento. Defender el derecho a una muerte digna es defender el derecho a una vida digna.

-¿Escucha mucho el argumento de que uno ya puede disponer de su propia vida, ya que el suicidio es la primera causa de muerte no natural?

-Hay que distinguir el suicidio reactivo a situaciones difíciles en la vida a un suicidio lúcido, deliberado y pensado. Conocemos personas que se han suicidado por un desahucio. Esto es una reacción a una situación insoportable, que hay que intentar paliar con medidas sociales. El suicidio no está penalizado en la legislación, y es un absurdo que se penalice la ayuda al suicidio, que sigue penalizada fuera del procedimiento eutanásico.

-¿Todas las resistencias llegan desde la religión?

-Fundamentalmente sí, de la católica, que tiene mucha influencia, pero en general en todas las religiones monoteístas subyace la idea de que la vida es un don de Dios y no podemos disponer de ella, y uno de los pecados sería el suicidio porque es disponer de tu vida en contra de la libertad de Dios.

-En la Ley se habla de un dolor “constante e intolerable” para acceder a la eutanasia. ¿Quién lo determina?

-El dolor y el sufrimiento son algo muy subjetivo. La Ley hace hincapié en que tiene que ser intolerable para el sujeto que la solicita, con lo cual se da entrada a cuestionar una valoración externa, pero es un problema. Hace falta la acreditación de dos médicos y después de un médico (el tercero) y un jurista que valoren si cumple los requisitos. La Ley es tan garantista que dificulta el ejercicio del derecho.

-¿Cómo encajan las enfermedades mentales en la Ley, que pueden provocar también un gran sufrimiento?

-No encajan. El sufrimiento puede ser atroz, pero no lo contempla la Ley. El legislador no se ha atrevido a contemplar esta posibilidad, como no se ha atrevido a contemplar ayudar a morir a menores. La eutanasia solo se autoriza en una enfermedad terminal irreversible o a un paciente grave y crónico, por ejemplo con una tetraplejia.

-Las personas que están en contacto con personas que sufren, tanto profesionales como familiares, ¿suelen cambiar su percepción sobre la eutanasia?

-Sí ocurre, pero no ocurre siempre. No podemos decir que frente a una situación muy dramática, las personas que están en contra de la eutanasia van a cambiar de opinión cuando ven el padecimiento en un hijo, un hermano o un padre. A veces sí y a veces no, pero hay que tener respeto absoluto por las opciones individuales. La Ley no obliga a nadie, ni ciudadanos ni profesionales. De ahí lo absurdo de la campaña de la Conferencia Episcopal, que está promocionando el documento de testamento vital para que todos los creyentes lo hagan diciendo que no quieren la eutanasia. Nunca se aplicará a nadie que no la solicite como mínimo dos veces con unos controles exhaustivos. Nos parece una campaña, una vez más, falaz y falsa.

“La solicitud de eutanasia siempre será muy minoritaria, puede que llegue al 4%”

-Pero, ¿qué interés tendrían ustedes en querer matar a la gente?

-Nosotros no tenemos ningún interés. Lo único que queremos es que se respete la libertad. Hay grupos como Abogados Cristianos que dicen que tenemos intereses económicos porque hay quien nos paga por ayudar a morir. No es cierto, y se concedió el interés público a la asociación después de un examen exhaustivo de nuestras cuentas. La cuota anual son 50 euros al año y no hacemos labor asistencial, ni gratis, ni cobrando. Somos una organización ciudadana que reivindica unos derechos, pero cree el ladrón que todos son de su condición.

-¿Se está utilizando mucho la objeción de conciencia simplemente por conveniencia, no por convicción?

-La Ley la reconoce de carácter individual, pero algunos colegios médicos están fomentando que objeten los profesionales, también a través del comité de bioética nacional, de forma colectiva. La ley no permite la colectiva. Lo que hay detrás es que no se quiere acatar que se vive en una sociedad plural democrática y que tú no tienes derecho a imponer tus creencias a otros. Aún no hay datos, pero en la Comunidad Valenciana solo hay 179 objeciones, que son muy pocas. Arman mucho ruido y son pocas nueces. Se ha pedido que objeten hasta a los radiólogos. Yo en eso soy optimista. No me preocupa a nivel estadístico, pero sí a nivel propagandístico.

-Ustedes nacieron en 1984, y en 2004, cuando se estrenó la película ‘Mar Adentro’, se habló mucho de la eutanasia. ¿Por qué se ha tardado tanto en aprobar esta Ley?

-Es uno de los casos en que ha habido mayor disparidad entre la demanda social de la Ley y la voluntad política de legislar. Teniendo en cuenta esta demanda, ha costado mucho. Se ha conseguido en la decimoquinta iniciativa en las Cortes. Ha habido antes 14 intentos y mucha resistencia porque políticamente es un tema caliente. La Iglesia es un poder fáctico y suscita polémica social y los partidos han sido muy timoratos.

-¿En qué situación coloca esta Ley a España respecto a otros países en un hipotético podium de leyes avanzadas?

-Después de Holanda y Bélgica. Tiene aspectos en que la Ley es más abierta que en Nueva Zelanda, y en Canadá es muy restrictiva, pero queremos una ley para el siglo XXI y no del siglo XX.

-¿Hay un perfil determinado de las personas que solicitan la eutanasia?

-Los pocos que la han solicitado en España, y con datos de otros países, suelen ser de clase media sin problemas económicos y que han llevado una vida con cierto bienestar. Esto es lógico. Si pensamos en países donde la mayoría de la población intenta sobrevivir y levantarse pensando qué hacer para comer ese día, pues no se plantean cómo se mueren. Plantearnos una muerte digna es típico de sociedades con cierto bienestar. Y es lógico. En cuanto a las enfermedades, hay dos grandes tipos: o terminales, normalmente oncológicas, o degenerativas, como ELA o esclerosis múltiple.

-Teniendo en cuenta la mayor esperanza de vida y el avance de diferentes demencias, ¿es lógico pensar que va a aumentar la demanda?

-Sí, pero lentamente, y nunca será mayoritaria. En veinte años, en los Países Bajos, por ejemplo, no llega a un cuatro por ciento de las defunciones. Pero tal como se prolonga la vida es probable que vivamos más años, con menos calidad y que una parte de la ciudadanía no quiera vivir así. De todas formas, las personas mayores tienen que estar atendidas. Reivindicamos una atención integral a los mayores, la universalización de cuidados paliativos, pero también el derecho a disponer de la propia vida. Son complementarios, pero hay que garantizar cuidados y atención adecuados.

-Hay una imagen generalizada del enfermo como luchador, pero habrá quien no quiera afrontar la enfermedad de esa forma...

-Vivimos en una sociedad judeocristiano, es nuestro magma cultural y hay una valoración del aguante al sufrimiento, y los que no lo toleran son personas lábiles, un mal ejemplo, personas sin carácter que no luchan. Yo lucharé si quiero y si no, no. Todo es respetable. Frente a una norma única reivindicamos la pluralidad, lo que quiera cada persona.

Comentarios

Chorradas: no puede haber un derecho a la muerte, sea digna o indigna, cuando hemos recibido la vida sin hacer nada. ¿Dónde se fundamenta el poseer un derecho? ¿en lo que me gustaría? Menuda arbitrariedad.

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